miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL HOMBRE Y EL CLIMA


Desde sus inicios, la vida humana ha estado íntimamente relacionada con los fenómenos naturales. Las lluvias y sequías, las erupciones volcánicas, los terremotos, los huracanes, las variaciones de temperatura, etc., influyeron –y aún lo hacen– en el desarrollo de las distintas civilizaciones, en todos los órdenes de la vida, tanto intelectuales como materiales: las creencias religiosas, las ciencias, la filosofía, el desarrollo tecnológico, la agricultura, la arquitectura, la alimentación, etc.

Los cambios en el clima
El clima cambia por procesos naturales, tanto internos como externos. Entre los primeros sobresalen las emisiones volcánicas y otras fuentes de gases de efecto invernadero como, por ejemplo, el metano emitido por los animales, también la deriva continental, la composición atmosférica, las corrientes oceánicas y el campo magnético terrestre. Entre los segundos pueden citarse los cambios en la órbita de la Tierra alrededor del Sol y la propia actividad solar.
 A estos procesos naturales deben sumarse los efectos de la actividad que la humanidad desarrolla desde hace milenios. Su influencia comenzó con la deforestación de bosques para convertirlos en tierras de cultivo y pastoreo, restando a la superficie terrestre masas boscosas que absorben dióxido de carbono. A esto se suma el hecho de quemar combustibles fósiles –petróleo, carbón y gas natural– en cantidades cada vez mayores para hacer funcionar fábricas, vehículos y centrales eléctricas, causando un aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, alterando el equilibrio natural y produciendo un aumento de la temperatura en todo el mundo –el “calentamiento global”–, con sus efectos en el clima. Hoy se discute mucho sobre el cambio climático, pero aún no está del todo demostrado que se debe solo a causas antrópicas.

LA PRÓXIMA GUERRA... LA GUERRA DEL AGUA


El agua brota como el mayor conflicto geopolítico del sigloxxi, ya que se espera que en el año 2025 la demanda de este elemento, tan necesario para la vida humana, será un 56% superior al suministro... y quienes posean agua podrían ser blanco de un saqueo forzado. Se calcula que para los 6250 millones de habitantes a los que hemos llegado se necesitaría ya un 20% más de agua. La pugna es entre quienes creen que el agua debe ser considerada un bien comerciable (como el trigo y el café) y quienes expresan que es un bien social relacionado con el derecho a la vida. Los alcances de la soberanía nacional y las herramientas legales son también parte de este combate.

En la mayoría de las regiones, el problema no es la falta de agua dulce potable, sino más bien la mala gestión y distribución de los recursos hídricos y sus métodos. La mayor parte del agua dulce se utiliza para la agricultura, mientras que una cantidad sustancial se pierde en el proceso de riego. La mayoría de los sistemas de riego funcionan de manera ineficiente, por lo que se pierde aproximadamente el 60 por ciento del agua que se extrae, el cual se evapora o vuelve al cauce de los ríos o a los acuíferos subterráneos. Los métodos de riego ineficientes entrañan sus propios riesgos para la salud; así por ejemplo, el anegamiento de algunas zonas de Asia Meridional es el determinante fundamental para la transmisión de la malaria, situación que se reitera en muchas otras partes del mundo.

Este recurso es un bien tan necesario que podría pasar a ser objeto de enfrentamientos políticos si se le observa solo como un negocio, lo que actualmente sucede con el embotellamiento del agua.

Entre 1970 y el 2000, la venta del agua creció más de 80 veces. Hoy en día, la industria del agua se embolsa 200 000 millones de euros por la venta del agua embotellada, solo las multinacionales francesas Vivendi y Suez controlan el 40% del mercado mundial operando en más de 200 países de todo el mundo con el apoyo del BM, el FMI y la OMC.

EL FUTBOL PERUANO

 
 
Me he opuesto, me opongo y me opondré siempre al fútbol peruano porque es una fuente eterna y despiadada de frustración. Porque siempre ilusiona a tanta pobre gente, y en tiempo récord, luego la defrauda y la deprime hasta niveles de suicidio colectivo. Porque exalta un patrioterismo barato, cerril, prepotente e inútil. Porque sus fracasos siempre terminan dándole la razón a los ampays de los programas de espectáculos. Porque genera ganancias absurdamente millonarias en publicidad, ¡y de cerveza! Porque esos comerciales futboleros no aspiran a construir ningún país de deportistas ganadores sino uno de borrachines necios e inservibles. Porque esas campañas venden la idea de que triunfar en la vida es ser, justamente, una Foca Farfán: ganar mucha plata afuera, no mandarle a tus hijos (negados) ni para el té y cuidarse tanto las sacrosantas piernecitas cada vez que le toca ponerse la blanquirroja. Porque es el caldo de cultivo para los narradores deportivos más obvios y afásicos del mundo. Porque es la fuente de inspiración para los titulares de diarios más ridículamente candelejones. Porque el floro pomposo con que los comentaristas de fútbol se adornan demora siempre quince minutazos para decir lo que se podría haber dicho en ninguno, o sea: nada. Porque endiosa a cualquier NN al que liga un gol y masacra hasta a la mamá de la superestrella que lo falla. Porque produce lamentables filósofos instantáneos como el santurrón de Oré o el calzonazo de Ternero. Porque nos habitúa a una mediocridad tal que llegamos a sentirnos supercampeones cuando empatamos cero a cero.


Porque por empatar tienen la majestuosa desfachatez de pretender cobrar ocho mil dólares de premio. (¿Y con cuánto los premian por perder?) Porque sobrevalúa jotitas que no le han ganado a nadie todavía y los infla como globos hasta el día en que –lógico– reventarán con el ensordecedor estruendo de los verdaderos bluffs. Porque sus estrellas internacionales –que llegan a hacernos el gran favor de jugar por su ex barrio, o sea, por su país– vienen llenecitos de esos disfuerzos tan típicos de los imbéciles con plata: ayer nomás dormían en Huaycán y hoy exigen suite en El Golf Los Inkas. Y porque las raras veces en que se hace matemáticamente posible la victoria en algún irrelevante partido amistoso, los primeros en colgarse de la veintiúnica victoria son los presidentes, los mismos presidentes que no hacen nunca absolutamente nada para que el oprobioso fútbol peruano deje de trapear internacionalmente el piso con nuestra bandera y pueda, algún día, dar un poquito menos de lástima que la que viene dándole –en las últimas tres décadas– al planeta entero. ¡Así no, pues, así no!

EL CARGADOR DE AGUA


Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo, las cuales llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua hasta el final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón. Cuando el aguador llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.

Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija sana estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo. Debido a mis grietas solo puedes entregar la mitad de mi carga y así obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.

El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa, quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”. Así lo hizo la tinaja. En efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del trayecto, aunque de todos modos se sintió apenada porque al final, solo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas. Todos los días las he regado, y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi madre. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza”.