Desde
sus inicios, la vida humana ha estado íntimamente relacionada con los fenómenos
naturales. Las lluvias y sequías, las erupciones volcánicas, los terremotos,
los huracanes, las variaciones de temperatura, etc., influyeron –y aún lo
hacen– en el desarrollo de las distintas civilizaciones, en todos los órdenes
de la vida, tanto intelectuales como materiales: las creencias religiosas, las
ciencias, la filosofía, el desarrollo tecnológico, la agricultura, la
arquitectura, la alimentación, etc.
Los
cambios en el clima
El
clima cambia por procesos naturales, tanto internos como externos. Entre los
primeros sobresalen las emisiones volcánicas y otras fuentes de gases de efecto
invernadero como, por ejemplo, el metano emitido por los animales, también la
deriva continental, la composición atmosférica, las corrientes oceánicas y el
campo magnético terrestre. Entre los segundos pueden citarse los cambios en la
órbita de la Tierra alrededor del Sol y la propia actividad solar.
A estos procesos naturales deben sumarse los
efectos de la actividad que la humanidad desarrolla desde hace milenios. Su
influencia comenzó con la deforestación de bosques para convertirlos en tierras
de cultivo y pastoreo, restando a la superficie terrestre masas boscosas que
absorben dióxido de carbono. A esto se suma el hecho de quemar combustibles
fósiles –petróleo, carbón y gas natural– en cantidades cada vez mayores para
hacer funcionar fábricas, vehículos y centrales eléctricas, causando un aumento
de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, alterando el equilibrio
natural y produciendo un aumento de la temperatura en todo el mundo –el
“calentamiento global”–, con sus efectos en el clima. Hoy se discute mucho
sobre el cambio climático, pero aún no está del todo demostrado que se debe solo
a causas antrópicas.